No era intención mía nacer
para vivir en este mundo,
tan insensible y perecedero,
tan cruel y tan culpable,
tan egoísta y necio,
tan ciego y tan cobarde.
No, yo no quería nacer,
hasta que supe que tú nacerías,
que algún día nos íbamos a encontrar
y que le darías luz a mi vida.
Y así fue que te encontré,
y curaste con tus manos mis heridas,
devolviéndome la fe en el amor,
que aunque nunca la hube perdido,
de tanto esperarte,
acabé a veces hundido.
Pero ya había yo nacido,
sabiendo que tú ibas a nacer,
que serías mi compañera y mi guía,
para que nunca me fuera a perder,
pues son tus pies el principio del camino
y tus ojos, dos estrellas que conducen al edén.
¿Cómo no amarte... si nací porque tú ibas a nacer?
¿cómo no quererte... si he vivido sin más ganas de vivir
que las de saber que tú vivías?
¿Cómo no... desearte,
si cuando te beso y acaricio, siento que alcanzo el cielo?
Te amo, Sandra