27 diciembre 2005,14:24
¿Nos vamos...?
- ¿Qué ha sido eso? – Dijo Marla tartamudeando.
- No lo sé... pero ha sido sorprendente. – Contesté.

Aun no nos habíamos recuperado del impacto que aquello nos había causado cuando el capitán y todos los demás nos encontraron.

- ¿Qué os pasa chicos? ¿Y esa cara de susto? – Preguntó el capitán.
- Parece que hubieran visto un fantasma. – Dijo uno de los exploradores que venían con nosotros

Marla y yo nos miramos, estábamos pensando lo mismo, que sí habíamos visto un fantasma o si no, algo muy parecido.

- Nada capitán, no se preocupe, estamos bien, es sólo que vimos un tiburón muy cerca de la orilla y nos hemos asustado un poco... – Contesté
- ¿Tiburones? ¿Por aquí? Aquí no hay tiburones, chicos, no hay nada que pueda atraer a un tiburón hasta esta isla.

Por un momento me quedé pensando en lo que había dicho el capitán, ¿y si era cierto lo que decía? Entonces ¿no habíamos visto nada? ¿Todo había sido imaginación nuestra, una mala pasada del subconsciente? Me pude hacer cientos de preguntas más, lo que me resultaba extraño es que los dos habíamos visto lo mismo... Al oido le pregunté a Marla si había visto al tiburón y a la ballena, a lo que respondío que sí.

- Venga chicos, despertad y recoged vuestras cosas, que nos vamos esta tarde-noche. – Dijo el capitán.
- ¿Ya nos vamos? – Preguntó Marla.
- Sí, Marla, esta tarde partiremos ya para casa, teneis hasta entonces para seguir dando vueltas y buscando cosas por la isla.
- Vale. – Respondió ella.

De repente del agua se levantó una gran ola que se dirigía hacía nosotros, no teníamos salida, esa ola se nos venía encima...
 
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18 diciembre 2005,23:53
Mi unicornio

Montado en mi unicornio
a tu corazón quisiera llegar,
unicornio azul y esbelto,
fuerte pero sigiloso,
cabalgando casi sin pisar el suelo,
silencioso, sin dejar rastro.
Unicornio azul,
como decía Silvio en sus versos,
unicornio azul
que vi crecer beso a beso,
que enseñé a volar
y alas le salieron.
Mi unicornio me guía,
me cuida, lo protejo,
duerme a mi lado
en primavera y verano,
en otoño y en invierno.
Mi unicornio alado
aprendió a volar de mi mano,
atraviesa la espesura
sin pisar la hierba.
Elegante, sobrio, sereno;
montado en su lomo
siento que acaricio el cielo,
que con mis dedos puedo tocarlo.
Mi unicornio azul

¿Qué haría yo sin mi unicornio azul...?
 
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16 diciembre 2005,20:29
Instinto paternal

Sangre de mi sangre,
realidad de mis sueños,
capaz de mover el cielo
aun siendo tan frágil y pequeño.
Tus sonrisas son estrellas
y tus besos, desvelos.
Tan tierno, tan vulnerable,
protegerte quisiera en mi pecho.
Mis brazos serán tu cuna
te mecerán hasta que te duermas,
te veremos crecer y crecer,
con tus manos alcanzarás la luna.
Te veremos crecer y crecer,
heredero serás
de mi espada y mi pluma.

Cierra los ojos...
Sueña...
Ama...
 
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15 diciembre 2005,15:06
Un nuevo día
Marla y yo nos levantamos temprano, aun no había amanecido, faltaba poco para ello, los demás estaban en la tienda durmiendo aun. Una bandada de pájaros cruzó el cielo frente a nosotros cantando, esto despertó a todos que salieron de la tienda para ver qué pasaba. El capitán muy tranquilo y sereno, como si llevara despierto un buen rato, nos recordó que ese era el último día en la isla, que la disfrutaramos. Cogí a Marla de la mano y nos fuimos a unos cuantos metros de la tienda para ver el amanecer juntos.
- ¡Qué bonito! – Dijo ella apretándome la mano.
- Sí que lo es, Marla.
Un grupo de delfines saltó del agua a unos cien metros de la orilla, y se fueron rápidamente, y unos pececillos de colores se acercaban cada vez más a nosotros, el agua transparente y limpia nos facilitaba verlos. Algo extraño estaba pasando, no era normal que se fueran tan rápido los delfines y que los peces se acercaran tanto a la orilla estando nosotros allí. Y claro, algo estaba pasando, un tiburón enorme, a lo lejos divisamos su aleta dorsal, se trataba de un tiburón blanco, el más temible y peligroso de todos los tiburones. Marla se asustó al verlo, yo intenté calmarla, pero ella no quería ver como aquella bestia devoraba a ningún animal.
- Marla, tranquila, los delfines son más rápidos, además mira que lejos están.
Ella se abrazó fuerte a mí, no quería mirar. Una lágrima resbaló por sus mejillas al pensar que aquel animal se iba a comer a algún delfín o pez de los que se acercaban velózmente hacia la orilla.
- !Marla, mira! - Le dije.
De repente una gran ballena saltó sobre el tiburón anulándolo y asustándolo para que no se comiera a ningún animal de los que estaban por aquel lugar. Ella vió todo lo que pasó, y cómo se fue huyendo el tiburón. De la gran ballena no quedó ni rastro, se esfumó...
 
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14 diciembre 2005,15:20
La historia desde el principio
Una historia que continuará...

Aún recuerdo mi viaje al fin de la tierra... un continente lleno de glaciares y volcanes, de hielo y lava, de frío polar y calor sofocante, pero todo estaba en mi cabeza, realmente aquello no era así, así lo pintaban mis sueños. Una isla que separa el Este del Oeste, el Norte del Sur... una isla donde se unen tus sueños y los míos, nuestras costumbres y las de ellos, peces tropicales y no tan tropicales, arrecifes de coral y deseos hundidos, una pequeña isla al final de tu mundo y del mío donde poder estar tranquilos, pero no estás aquí conmigo...
De repente el suelo comenzó a moverse, en está Isla eran típicos los terremotos, ni me inmuté, ya estaba acostumbrado, y eso que sólo llevaba una semana allí, pero allí todos los días habían 2 ó 3 terremotos, aunque esta vez era distinto, era mucho más intenso que los anteriores. Deseé que no moviera demasiado el fondo del mar, un tsunami ya pasó por encima de la isla años atrás y aunque la isla siga en pie... los que estaban en ese momento aquí, no sobrevivieron. Pero por fin el terremoto cesó de zarandear el suelo y el mar seguía tranquilo, sin apariencia de ir a atacar violentamente contra la isla y sus ocupantes... Al poco tiempo de todo esto, el mar comenzó a brillar, cubriéndose con una capa de color rojo que cegaba a todo el que lo mirara, y eso sí era nuevo para mí...

La historia continua... pero no acaba

Todos los pájaros de la isla se marcharon, posiblemente a otra isla más segura, ahora empezaba a recordar que era esto... recuerdo haber leido algo de esto en un diario que al llegar a la isla encontramos tirado en el suelo, pero no leí mucho más. Fui raudo a por el diario para refrescar la memoria, y allí estaba, sobre la mesa... - Aquí está:
Día 21
¿Qué es esto? El mar se ha tornado rojo por completo, el cielo ha oscurecido y todos los pájaros de la isla se han marchado. ¿Será verdad la leyenda de las Lágrimas de Anfítrite? Si es así, más vale que nos vayamos todos de aquí...
Día 22
El mar sigue rojo, nada ha cambiado, las mismas nubes, la isla desierta de vida animal, y las aguas paradas, no se mueve el mar... Yo me marcho de aquí.

Uffff, terminé de leer eso y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, sentía ganas de irme pero a la vez también tenía curiosidad por saber qué era aquello de las Lágrimas de Anfítrite. Un grupo de delfines saltó a la vez en el agua, menudo brinco di, suerte que sólo eran delfines, porque en aquel preciso instante estaba confuso, no tenía ni la más mínima idea de qué es lo que iba a suceder a continuación. Preparé las maletas, llamé al piloto, a la vez que historiador y guía de estos lugares y le dije de marcharnos...
- ¿Nos vamos, capitán?
- No chico, no podemos irnos aún.
Me estremecí y con dificultad para articular palabras le pregunté el porqué.
- El avión está averiado, tardaré un par de días en arreglarlo.
- Pero... el mar... está rojo... parado, y los pájaros de la isla se han ido...
Estaba atemorizado, pensar que ibamos a estar dos días más en aquella isla en aquellas condiciones esperando que algo del cielo nos cayera encima, o que saliera algo extraño del mar y nos engullera o a saber... me asustaba mucho aquella idea, pero parecía que no había más remedio...

Se acabaron las provisiones en la isla...

Cayó la noche y nos fuimos cada uno a nuestras cabañas después de un pequeño aperitivo: unas patatas que quedaban aún en la nevera y una lata de calamares, la nevera se empezaba a vaciar, quizás para el día siguiente tuvieramos que decidir a qué hora ibamos a tomar las últimas latas de conservas que quedaban, pero bueno, no era lo que más me preocupaba en aquel momento, así que me fui a mi cabaña y me tumbé, dormir, dormí más bien poco, tenía la cabeza demasiado llena de preocupaciones como para poder dormir.A las 5 de la mañana un fuerte vendaval azotó la isla, movió palmeras y balanceó las cabañas, pero el capitán seguía dormido, yo no pude evitar levantarme de la cama y salir fuera a mirar qué estaba ocurriendo. Al salir todo seguía igual, el mar parado, rojo, todo tranquilo excepto por aquel vendaval tan violento que acababa de golpear la isla, pero a los pocos minutos paró, mientras duró tuve que caminar agarrándome a las palmeras fue un momento bastante desagradable. Empezaba a amanecer y opté por quedarme dando un paseo por la isla, tenía que aprovechar mis últimos instantes en ella, ya que muchos días más no deseaba pasar allí. Llegaron las 8 de la mañana y de lejos vi al capitán salir de la cabaña, me dirigí rapidamente hasta allí y le pregunté cómo llevaba el arreglo del avión, y le hablé del fuerte vendaval que hubo a las 5. Él, sereno, me respondió que si hubo un vendaval, es posible que hubiera otro y que no estabamos a salvo allí, me pidió ayuda para arreglar el avión y partir hoy, con mucho gusto me ofrecí y nos pusimos los dos a trabajar.Apretando tornillos y arreglando algunas piezas nos dieron las 2 de la tarde, acabamos agotados y decidimos acabar con las provisiones, ya de todas formas quedaba poco para irnos, no importaba que la nevera se vaciara, así que la abrimos y acabamos con la poca comida que dentro quedaba...

Un reloj que se para...

Cuando terminamos de comer serían las 3 y media más o menos, ya que durante un rato, el capitán me estuvo contando historias sobre la isla, pero nada sobre lo que estaba aconteciendo, dijo que era la primera vez que veía algo así, lo noté algo confuso, no tenía explicación para aquel fenómeno tan peculiar y el verlo así me daba a mí más miedo aún. Esperamos un poco que la comida reposara, y a las 4 fuimos a terminar de arreglar el avión y que sorpresa la nuestra al encontrarlo enterrado bajo una fina capa de arena, no habían habido movimientos de aire en ningún momento más, los dos empezamos a realizar nuestras hipótesis sobre qué podía haber pasado, pero nada, no era lógico, el aire ni se había movido en la parte de la isla donde estabamos y la isla muy grande no era como para que se levantara un vendaval y a veinte metros ni se moviera el aire. Decidimos dejar de pensar en qué podía haber ocurrido, le quitamos la arena de encima al avión y seguimos arreglándolo, pusimos bien las ventanillas que se habían descolocado con el vendaval de la noche anterior, bajamos un par de botes de combustible que estaban dentro y llenamos el deposito para irnos ya de allí.
- Capitán, ¿tiene hora?.
- Sí, espera que mire... vaya se me ha parado el reloj en las 6, no creo que se haya parado hace mucho.
- Es que mi reloj también se paró...

Las lágrimas de Anfítrite


El cielo oscureció, pero no habían nubes, estaba negro completamente, como si se hubiera hecho de noche, rayos cruzaban el firmamento a cada momento, lo alumbraban y se perdían en la oscuridad, el mar empezó a moverse, se levantaban pequeñas olas que acariciaban la orilla de la isla, y cada vez eran mayores. Inesperadamente, se levantó una gran ola color rubí del mar a una milla de la isla aproximadamente y que la rodeaba por completo, un fenómeno paranormal, nunca visto, posiblemente nadie, jamás, había visto este espectáculo de color y a la vez terror, porque la ola se acercaba a la isla cerrándose poco a poco, nuestros rostros atemorizados lo decían todo, era el fin, mirando al horizonte tapado por una gran ola, tuvimos la que creíamos que era nuestra última conversación, hablamos sobre lo bello que era el paisaje, lo hermoso de esa gran ola tan brillante, tan colorada, tan espectacular y que posiblemente nadie más haya visto. El tiempo se empezaba a agotar y la ola cada vez se acercaba más a la isla, cuando estaba a unos cien metros de repente se paró...

Explosión

La ola explotó acompañada de un fuerte rugido, y toneladas de agua roja se desprendieron del mar en forma de diminutas gotas, que quedaron desperdigadas por todo el océano en cientos de metros a la redonda, una gran cantidad de estas gotas llegaron con gran fuerza a la isla... pero no era agua roja, era como un líquido más espeso, como si fuera sangre y estaba caliente, quemaba...
- ¡Al suelo! - Gritó el capitán.
Junto con el agua de la explosión llegaron a la isla montones de conchas, cáscaras y caparazones de diversos seres que no sobrevivieron a la explosión, durante el tiempo en que éstos impactaban contra la isla (la mayoría quedaron en árboles incrustados) nosotros permanecimos en el suelo atónitos, era impresionante el espectáculo, aunque después de lo vivido, era difícil que algún fenómeno de la naturaleza nos sorprendiera. Hubo algo que sí nos llamó un poco la atención; todo lo que salía del mar, estaba en cierta medida teñido de rojo. Cuando cesaron de salir restos del mar, los dos pensamos en lo mismo; el avión. Nos levantamos del suelo y contemplamos como el avión estaba destrozado por completo, miles de conchas estaban incrustadas en el fuselaje, en el motor, habían roto las hélices...

Fulgor blanco...

Estabamos perdidos. Nos pusimos a caminar por la orilla, reflexionando y pensando qué podíamos hacer, pero no se nos ocurría nada.
- ¡Auch! ¿Qué es esto? - Exclamé.
- Vaya, pues no tengo ni idea. - Dijo el capitán extrañado.
Tropecé con una piedra blanca que brillaba con una intensidad sobrenatural, apenas podía mirarla, incluso con las gafas de sol puestas nos costaba ver bien aquello, sólo sabíamos que había salido del agua en la explosión, ya que antes no estaba allí. Fui a tocarla apartando la vista pero el capitán me quitó la mano para evitar que lo hiciera, me dijo que no la tocara sin saber lo que era, además posiblemente quemara.Los relojes seguían parados, pero el sol ya se había ocultado y la luna llena brillaba como nunca en el cielo. No teníamos nada, ni comida, ni provisiones, nada. El capitán se marchó a su cabaña, lo último que me dijo antes de irse fue que disfrutara mientras pudiera y que diera un paseo por la isla, pero que no tocara la piedra, su desesperazado tono de voz no me gustó nada y que se fuera a la cabaña, menos aún. Pero bueno, había que disfrutar como él dijo, así que me quedé por la orilla dando una vuelta, cuando llegué al lugar donde estaba la piedra tuve que ponerme las gafas de sol, brillaba tanto que parecía que fuera cosa de magia, pero allí estaba, y era real. Pasé por al lado, escuché un crujido, como si se estuviera rompiendo la miré y se acababa de partir por la mitad, pero seguía sin poder ver qué era exactamente, brillaba demasiado...

El idioma del mar...

...Poco a poco fue perdiendo brillo hasta que alcancé a ver una escritura que en había en ésta, aunque no sabía su significado, estaba escrito en una lengua muy extraña. Me entraron ganas de cogerla, pero recordé lo que me dijo el capitán y si lo hacía y me pasaba algo el capitán se enteraría. Fui corriendo a su cabaña y vi que estaba despierto le conté lo que había pasado y vino conmigo a ver si podía leerlo, cuando llegamos al lugar donde estaba la piedra y vio la inscripción se quedó pensativo.
- Es el idioma del mar. - Dijo muy seguro.
- Ah, y ¿qué quiere decir?
- No lo sé, chico, sólo conozco a una persona que quizás nos sepa decir el significado de la inscripción.
El capitán se agachó para tocar la piedra y dijo que estaba caliente, pero que la podía coger, que no iba a pasar nada. Cogí los dos pedazos de la piedra que habían en el suelo, eran exactamente iguales y para leer la inscripción entera había que juntarlos...
- ¡¡Eh!! Aquí, aquí abajo. -Gritó el capitán. Chico ve al avión a por las bengalas, están en la cabina.
- Estabamos salvados. - Pensé al mirar al cielo y divisar aquella avioneta de salvamento.
Dejé la piedra en el suelo y fui corriendo a por las bengalas, allí estaban, me las llevé a donde estaba el capitán y se las di, empezó a disparar bengalas rojas pero la avioneta no parecía vernos...

Hogar dulce hogar...

A los 15 minutos más o menos, llegó un helicóptero a recogernos, echándonos desde bastante altura una escalera, fuimos a la cabaña a coger las pocas cosas que llevabamos importantes, recogí los dos pedazos de la piedra que yacían en la arena y subimos al helicóptero, por el camino el piloto nos fue contando qué veían ellos por el satélite mientras ocurrió el fenómeno, nos dijo que durante una hora, según sus radares y aparatos, la isla no existía, no aparecía por ningún sitio, luego al rato empezó a verse algo, por ello pasó la avioneta que ni siquiera se atrevió a bajar, el piloto de ésta al ver vuestras bengalas, nos llamó para que os recogieramos. Nosotros, le contamos nuestra versión de lo ocurrido, lo que realmente había ocurrido en vivo y en directo, mientras se lo contabamos el piloto alucinaba, por un momento pensé que nos estaba tomando por locos. En poco más de media hora llegamos a las islas Makin, desde donde partiría nuestro avión a Kaua'i, hogar, dulce hogar. Allí por fin nos dirían lo que significaba la escritura de la piedra, o al menos eso esperaba...

Turbulencias...

Llegamos a Makin y un par de marines nos cachearon no más llegar, aquello era una base de hidroaviones, al parecer utilizada en la Segunda Guerra Mundial para atacar a los japoneses. No fue agradable precisamente la bienvenida, nos interrogaron, nos preguntaron lugar de procedencia, qué buscabamos en aquel lugar, en fin, una hora de preguntas y respuestas para lograr salir de allí, y eso gracias a que el piloto del helicóptero que nos llevó dijo que nos soltaran y nos llevaran a casa, que no habíamos hecho nada malo ni teníamos intención de hacerlo. A la hora de estar esperando a que alguien nos dijera algo, el capitán de la base se dirigió a nosotros, nos pidió disculpas por la espera y el trato y nos preguntó que a dónde teníamos que ir, los dos respondimos al unísono: a Kaua'i. El capitán buscó a un piloto de la base y le dijo que nos llevara y así fue, el piloto sacó un avión del aeródromo que había allí y nos subimos con nuestro equipaje y la piedra.
- Señores, abróchense los cinturones, en pocas horas estarán en casa sanos y salvos. -Dijo el comandante y piloto del avión.
El avión despegó, todo estaba muy tranquilo y calmado; el mar, el aire, se respiraba paz y serenidad...
- Apoyen la espalda y la cabeza en el respaldo, hay turbulencias...

Marla...

El intenso traqueteo terminó por provocarme una considerable cefalea y en el avión no habían aspirinas, cuando salimos de la zona de turbulencias volvía a estar todo tranquilo menos mi cabeza, que iba a estallar. Al parecer ese momento de turbulencias fue el momento que tardamos en pasar por aquella isla en el fin de la tierra, isla a la que prometí que no volvería más, aunque era preciosa, pero peligrosa a la vez, nunca se sabía lo que allí podía pasar. Tras 4 largas horas de viaje llegamos por fin a casa, el piloto dejó el avión en una pequeña pista de aterrizaje que había en Kaua'i se bajó a tomar un café, le dimos las gracias por traernos y se fue de nuevo al avión, dijo que tenía el tiempo justo para traernos e irse de nuevo a Makin.Me despedí del capitán y quedé con él para ir al día a casa de su amigo para que nos dijera el significado de aquellas extrañas letras. Entré corriendo en casa con el equipaje para saludar a Marla pero no estaba.
- ¡Marla! Ya estoy aquí. ¡Marla! ¿Dónde estás?
...

Buscando el significado de la inscripción...

La puerta se abrió y entró Marla, siempre de blanco, sonrisa perfecta, ojos verdes, cristalinos y profundos como el mar, mujer de corazón puro y limpio, dulce y tierna como ninguna. Inocencia en movimiento, no cabía maldad en aquel ser. Vino corriendo hacía mí me abrazó y se echó a llorar.

- Te he echado de menos, Saul. - Dijo llorando
- Y yo a ti, cielo, ven aquí.

Nos abrazamos con fuerza y entre lágrimas y suspiros se pudo escuchar “te quiero” era tan dulce escuchar de su voz esa frase, me hacía estremecer. Cuando terminamos de llorar le empezé a contar toda la historia, lo que nos pasó en la isla, lo de la piedra y la forma en que conseguimos llegar hasta aquí, me miraba ensimismada, prestando una total atención. Al contárselo todo me pidió que le enseñara la piedra, le parecía preciosa, además era de su color preferido y la escritura aunque no la entendía me dijo que le encantaba.

- Pues mañana iré con el capitán a ver lo qué significa la escritura. – Le dije a Marla sonriendo.
- ¿Sí? ¡Qué bien! Iré con vosotros, ¿puedo?.
- Claro que sí.

Al día siguiente nos despertamos, desayunamos, y fuimos a casa del capitán para que nos llevara a ver a la persona que iba a traducirnos la inscripción de la piedra. Llegamos a casa del capitán, llamamos a la puerta y nos abrió con toda la barba llena de espuma de afeitar, Marla y yo empezamos a reirnos y él riéndose también por la situación, nos dijo que enseguida nos íbamos...

El significado de la inscripción...

Por fin llegamos a casa de Hubert, y allí estaba él, liado con sus cacharros, microscopios y demás, observando unas piedras que había encontrado en la playa.
- ¡Eureka! - Gritó entusiasmado
Lo saludamos conforme íbamos entrando, él ni siquiera se había dado cuenta de que estábamos allí, la puerta la tenía abierta, dio un salto del susto y nos saludó sorprendido, nos explicó con una terminología científica el tipo de roca que había encontrado, nos enteramos de poco pero no habíamos ido allí para ver una piedra de la playa, sino para saber el significado de la inscripción de nuestra piedra. Se la enseñamos y nos preguntó que de dónde la sacamos.
- De la isla que hay al final del mundo, tras un fenómeno conocido como Lágrimas de Anfítrite esto salió del agua, desprendía una luz muy intensa, ni siquiera la podíamos mirar, poco a poco fue perdiendo esa luz y se terminó partiendo por la mitad por sí misma. - Le expliqué
Él la miró entusiasmado, era preciosa. La observo al microscopio y no encajaba en ningún tipo de roca de las que él antes había visto, era algo nuevo para él.
- Uy, ¿y esta inscripción? - Preguntó
- Pues eso queríamos nosotros saber, el significado de esa inscripción.
Hubert sacó un enorme libro lleno de polvo que tenía en una antigua estantería de madera vieja y algo carcomida, buscó palabra por palabra aquellos extraños caracteres.
- Aquí lo tengo. - Nos dijo Hubert.

"UN AMOR VERDADERO PARA UNIR, SÓLO LA MUERTE PARA SEPARAR"

Nuestras vidas siguen...

- ¡Qué bonito!. - Suspiró Marla
- Y ¿eso qué quiere decir? - Pregunté
- ...Si el amor entre dos personas consigue unir los dos trozos de la piedra, nada podrá hacer que la piedra se vuelva a partir salvo de muerte de alguno de éstos. - Sugirió Marla convencida.
No había ninguna hipótesis más aparte de la de Marla, pero ¿cómo hacer que dos trozos de piedra se unan por amor? ¿Qué debíamos hacer para que se unieran? preguntas de ese tipo era lo único que se me pasaba por la cabeza en ese momento.
El tiempo pasó, y la piedra no se unió, Marla continuó su vida recogiendo fruta de los árboles de la isla y yo seguí dando divertidas clases de Historia en el colegio Ciudad del faro, situado en una colina a escasos metros de casa, lo del faro era porque antiguamente el colegio era un faro, el faro lo transladaron a un lugar más al Este de la Isla que es por donde mayor tráfico de barcos hay. Aparte de dar clases, en los ratos libres, contaba alguna batallita sobre islas en las que había estado, sobre todo contaba lo que había pasado en aquella isla y el fenómeno conocido como Lágrimas de Anfítrite, muchos de los alumnos no se lo creían, pero bueno, era normal...

Las cataratas secretas...

- ¡Mira Saul! - Gritó Marla
Había llegado a casa con una cesta llena de frutas riquísimas, fruta de la pasión, algunos cocos y nonis, la cesta resplandecía a metros de distancia ya que antes de meterlo todo dentro, Marla había lavado la fruta a conciencia abajo de las Cataratas Secretas, que así se llaman por estar situadas en un valle de difícil acceso, pero al que Marla siempre conseguía llegar, según ella, el agua de aquel lugar era mucho más limpia que la de ninguna otra caída de la isla y después de ver aquella cesta resplandecer, no tenía más que creerla. Ella me dijo que algún día me llevaría a aquel lugar...

El sueño...

Esa misma noche soñé que Marla me llevaba de la mano a las Cataratas Secretas, atravesando metros de espesura verde y árboles frutales, al llegar allí pude contemplar una catarata preciosa, derramando agua pura y limpia, transparente, cayendo desde bastante altura y arriba del todo, la luna, resplandeciendo, dándole luz a aquel momento tan maravilloso, Marla me miró a los ojos, y todo se quedó en silencio, los árboles enmudecieron, el viento se paró y el agua dejó de caer, me intentaba decir algo, pero no pude oír nada, su boca no emitió sonido alguno, sólo se movían sus labios pero no alcancé a saber lo que decía, me abrazó con fuerza y se puso a llorar...
- ¡Niño, despierta! ¿Qué te pasa? – Dijo Marla.
- Nada, estaba soñando.
- Y... ¿qué soñabas? ¿era bonito? – Me preguntó Marla con aire risueño.
- Soñé... soñé...
- ¿Qué, qué, qué?
- Que me llevabas a las Cataratas Secretas, fue maravilloso, pero me dijiste algo que no pude escuchar...

Noche de baile...

Marla sonrió, me cogió la mano, me miró a los ojos y me dijo: hoy... no te voy a llevar a las Cataratas, pero tú... me vas a llevar a bailar al Cocktail de Tim ¿verdad? Entre risas y miradas traviesas le respondí que sí, se le iluminó la cara, le encantaba que la llevara a bailar a aquel sitio. El dueño era amigo nuestro de la infancia, sus padres murieron hace poco y le dejaron a cargo del bar, desde que lo cogió él, aquello era totalmente distinto, servían cockteles de todas clases, ponían música de todo tipo, para bailar pegados, separados, música ambiental y los miercoles había fiesta tropical; por la puerta nada más entrar, te colgaban un collar de flores y algunos adornos más, y allí hasta las 5 de la mañana como mínimo no se iba nadie, todos bailando hulla hulla y haciendo trenecitos en el local. Lo pasábamos genial allí cada vez que íbamos y Marla disfrutaba como una niña danzando y bailando como si fuera una mariposa, era un espectáculo verla moverse con esa sutileza y esa suavidad, a veces parecía que flotara sobre el suelo y viniera a mí volando.
- Toma. - Marla cogió un noni de la cesta y me lo puso en la boca para que lo cogiera.
- Mmmmm, gracias cariño. - Le dije aún saboreando aquella fruta tan exquisita.
- Gracias a ti, por llevarme esta noche a bailar, sabes que me encanta. - Me dijo sonriendo.
A la noche nos vestimos y fuímos al Cocktail de Tim...

Hola de nuevo capitán...

Al llegar estaba lleno de gente bailando la conga y bebiendo, el ambiente era genial. Tim desde la barra nos dedicó una sonrisa y nos invitó a acercarnos para tomar algo, con mucho gusto Marla y yo nos dirigimos a él y le preguntamos que qué tenía para darnos que estuviera bien rico.
- Pues hoy tengo una bebida especial hecha por mí, aún no le puse nombre, pero a la gente le encanta, las personas que la probaron vinieron corriendo a por más. – Dijo Tim sonriendo.
- Y ¿qué lleva esa bebida especial? – Pregunté
- Bueno, no lo suelo decir, pero... por ser vosotros os lo diré: lleva zumo de nonis recién exprimido, piña, agua de las cataratas Hanakapi aromatizada con flores de la isla y un poco de ron de la casa, muy suave, tiene muy poco alcohol y está buenísimo.
- Mmmmm suena muy bien, prepáranos dos. – Dijo Marla lanzada.
- Marchando.
Tim nos preparó los cóckteles y nos lo sirvió dentro de dos mitades de coco, era muy típico en estas islas preparar las bebidas así, a mí particulármente me sabía mejor. Con la bebida en la mano nos fuímos a bailar la conga con toda la gente que había allí y que sorpresa más agradable cuando nos encontramos con el capitán.

Una interesante propuesta del capitán...

- ¡Capitán!
- Eh, ¡anda! Hola chicos, habeis probado esta bebida tan rica, ¿qué llevará para estar tan buena? – Preguntó el capitán.
Marla y yo nos miramos con cara de complicidad y le contestamos al capitán:
- Ni idea – Marla y yo nos sonreímos – pero sí que está muy buena, sí. Y ¿Cómo es que ha venido usted aquí, capitán? – Le pregunté.
- Pues verás, unos amigos me dijeron que este sitio estaba muy bien, que preparaban unos cóckteles estupendos y se bailaba la conga así que aquí me veis, bailando la conga. – Respondió el capitán riendo. Ah por cierto, tengo algo que deciros que quizás os interese; en diez días iré de nuevo a la isla Fin del Mundo con un grupo de exploradores de aquí que están deseando conocer el lugar, si quereis venir, sólo teneis que decírmelo, íremos en una avioneta grande y estaremos en la isla un par de días nada más.
- ¿Tú qué dices, Marla, vamos? – Le pregunté.
- No sé, Saul, después de todo lo que me contaste que os sucedió allí me parece algo peligroso el lugar, aunque debe ser precioso y bueno... en dos días no creo que vaya a pasar nada, cuando lleguemos a casa lo hablamos, ¿vale? – Respodió Marla.
- Bueno chicos, teneis 9 días para pensarlo, así que tranquilos. – Nos dijo el capitán.

Como una pluma golpeada por un suave soplo de viento...

El capitán no tardó en irse, al parecer iba a ir temprano a Ni’ihau una pequeña isla situada a unas 20 millas al oeste de Kaua’i, el acceso a la isla está prohibido generalmente, según la leyenda, el Dios de los Volcanes habita allí y no hay ni teléfonos ni electricidad, es la única isla donde se conservan todas las tradiciones y la lengua de todo Hawaii, un lugar precioso con unas vistas impresionantes. El capitán solía ir allí algunas veces con un par de amigos suyos, él nunca tenía problemas para entrar, los nativos de la isla ya lo conocían y sabían que iba a pasear por la isla y contemplar los parajes, le daban siempre la bienvenida de forma amable e incluso le ofrecían información si quería saber algo de la isla.Nosotros nos quedamos bailando en el cocktail de Tim un par de horas más en las que a Marla le dio tiempo a bailar y dejarme con la boca abierta; era como una pluma golpeada por un suave soplo de viento, danzando de un lado a otro, girando lentamente con su vestido blanco, parecía volar sobre la madera, para ella no existía nada en aquel instante, disfrutaba con cada uno de sus movimientos, los vivía, los sentía, estaba hecha para bailar así, cual mariposa. Cuando nos fuímos a casa nos metimos en la cama y enseguida nos dormimos.

- Dulces sueños, amor. - Le dije
- Igualmente. - Respondió ella con su dulce voz sonriendo.

Acerqué mis labios a los suyos y la besé, ella con los ojos ya casi cerrados me dedicó una maravillosa sonrisa.

El paseo...

Al día siguiente hablamos sobre el viaje a la Isla Fin del Mundo, Marla estaba deseando ir y yo también, pero los dos éramos conscientes de que la isla podía ser peligrosa, después de conversar un rato decidimos ir, en dos días no podía suceder nada malo – dijimos. Seguimos cada uno con nuestros quehaceres hasta la tarde, descansamos un poco y fuímos a buscar al capitán para decirle que íbamos a ir con él a la isla, la idea le alegró bastante, ya que yo conocía ya la isla y podía servirle como guía. Nos invitó a cenar en su casa, había traído de Ni’ihau frutas y vegetales buenísimos, allí no utilizan insecticidas ni compuestos químicos, cuando va allí y trae algo, siempre tiene algo especial, en este caso un sabor especial. Cuando terminamos de cenar, Marla me dijo que fuera con ella a dar un paseo, que tenía algo importante que decirme, le cogí la mano y nos fuímos...

Quiero decirte algo, Saul...

- Cierra los ojos, Saul.

Cerré los ojos y le di la mano, durante unos minutos ella me fue guiando entre árboles y espesura del bosque, pero no podía abrir los ojos, lo había prometido.

- ¡Salta! – Gritó Marla
- Uffff casi me doy con lo que quiera que fuera.
- Pues por eso te dije que saltaras. – Me dijo riendo.
De repente nos paramos, la temperatura era más fría y se respiraba tranquilidad allí, una cascada de agua se escuchaba muy cerca, con un sonido maravilloso, acompañado de algunas aves que estaban por el lugar.
- Ya puedes abrir los ojos.
- Vaya, es precioso Marla, jamás me lo imaginé así. Gracias por traerme.
- No te he traido para que veas el paisaje simplemente, este es mi santuario, mi lugar favorito, me paso horas y horas aquí y siempre siento que necesito más; el sonido del agua, las aves, la tranquilidad. Me encanta estar aquí. Y hoy estás aquí porque quiero decirte algo...

Leyendas...

- ¿Qué quieres decirme Marla?
- Saul, quiero que sepas que te amo, no sé lo que puede pasar en la isla, en dos días supongo que nada, pero antes de ir, quiero entregarte algo aquí y ahora como símbolo de amor eterno.
Marla se quitó su colgante, era una piedra preciosa con forma de corazón rojo, pero que ella había encontrado así tal cual, en estas cataratas. Yo lo acepté y le di mi pulsera de cuero que hice a mano de pequeño. De nuevo Marla me cogió la mano y me pidió cerrar los ojos.
- Ven, vamos. – Me dijo
Me dijo que abriera la boca y me dio a probar algo que no sabía bien lo que era, de repente me quedé dormido, perdí el conocimiento, ¿qué me habría dado Marla? Cuando desperté a los pocos minutos estábamos arriba de las cataratas, desde allí se podía ver toda la isla, era maravilloso... pero ¿cómo habíamos llegado hasta allí?
- Shhhhhhhh, no hagas preguntas a las que no te voy a responder. – Me dijo Marla
- Mmmm, vale vale...
- Contempla el paisaje, ¿hermoso, verdad? Mira esas flores del suelo.
En el suelo había unas pequeñas flores azules con el estambre amarillo, eran preciosas, me agaché para coger una pero antes de irlo a hacer Marla me paró.

Leyendas II...

- Cuidado al cogerla, no vayas a resbalar. Estas flores se llaman nomeolvides y tienen su leyenda, ¿quieres oírla?
- Claro, cuéntamela. – Le dije.
- Según la leyendas, una tarde de invierno dos enamorados paseaban por estos lugares, ambos se quedaron boquiabiertos al contemplar la belleza de estas flores y el chico se agachó a coger una para su amada, se acercó poco a poco hasta llegar a la flor para cogerla, pero al hacerlo resbaló y cayó por la cascada gritando: ¡No me olvides! De ahí viene el nombre de esta flor tan hermosa.
Marla se agachó con mucha seguridad de sí misma y cogió un par de ellas. Me dio una y se quedó con la otra.
- Aquí termina el día de hoy Saul. – Me dijo
A la mañana siguiente desperté y no recordaba nada de lo que había pasado a partir de darme Marla la flor...

¿Magia...?

Marla estaba enfrente mía, sujetando algo con las manos, puestas detrás de la espalda, observé que la piedra no estaba en la mesilla de noche, y me extrañé. Iba a preguntarle a Marla que qué hacía con la piedra, pero no me dio tiempo, ella habló antes.
- ¡Mira Saul!
- ¿Qué tienes ahí detrás? a ver.
Marla parecía muy ilusionada con lo que tenía en las manos, al mostrarme lo que era me quedé asombrado, las dos mitades de la piedra se habían unido, el amor había unido la piedra, ya no se separarán las mitades...

Rumbo a la isla...

Pasaron los días y llegó el momento de irnos a la isla, Marla estaba nerviosa, al igual que yo, tenía ganas de volver a aquel lugar y a la vez miedo de lo que pudiera pasar. Nos dirigimos al punto de encuentro donde nos esperaba el avión, cuando llegamos ya estaban acomodados todos los pasajeros que venían a la isla con nosotros. Por los altavoces se escuchó la voz del capitán anunciando que en breves minutos partiría el avión con destino a la isla Fin del Mundo y así fue, una vez estábamos todos acomodados y con el poco equipaje que llevábabamos en sus respectivos compartimentos, el avión despegó, atrás dejábamos Kaua’i verde, tropical, con sus cataratas, playas y paisajes. Tras 4 horas largas de viaje llegamos a la isla...

Empiezan los problemas en la isla...

Al aterrizar en la isla nos encontramos con el avión que nos trajo la vez anterior a la isla, agujereado por las conchas y piedras que habían salido despedidas de aquella gran ola. Marla se quedó perpleja, asustada nos preguntó qué le había pasado al avión, ya se lo había contado, pero claro, ver el avión en aquellas condiciones le impresionó mucho. Durante un rato estuvimos dando un paseo por la isla y enseñando algunas cosas a los exploradores, el paisaje era maravilloso, el agua del océano limpia, clara, un sol abrasador sobre ésta y los pájaros sobrevolando la zona entonando alegres melodías. Tras la caminata nos dirigimos a las cabañas, pero al llegar nos encontramos con que estaban destrozadas, posiblemente debido a un fuerte terremoto, un huracán o cualquiera catástrofe de las que acostumbraba a azotar la isla...

El árbol...

- Yo traigo una tienda de campaña, pero no sé si cabemos todos dentro. – Dijo uno de los exploradores.
- Si hace falta me quedo fuera yo. – Respondió Marla rápidamente.
- Caben ocho personas. – Confirmó el hombre.

Éramos diez, Marla y yo nos miramos, yo sabía que ella diría que se quedaba fuera, le gustaba dormir al aire libre, subida en algún árbol o tendida en la arena de la playa, aunque sabíamos que en aquella isla era peligroso, pero no teníamos otra opción, dos personas tenían que quedarse fuera y nosotros éramos los más jóvenes del grupo.

- Yo me quedaré fuera. – Dijo Marla con seguridad.
- Y yo me quedó contigo. – Contesté.

El capitán se opuso a nuestra decisión, dijo que lo más correcto es que se sorteara quién se iba a quedar fuera, que el lugar no era seguro.

- No capitán, de verás, no tengo ningún inconveniente en dormir fuera, es algo que siempre me ha gustado, dormir al aire libre, estaré bien subida en algún árbol. – Replicó Marla.
- Yo estaré bien con ella, capitán, no se preocupe. – Afirmé.
- Está bien, está bien, si esa es vuestra decisión no diré nada más. – Concluyó el capitán.

Cayó la noche y todos se metieron en la tienda, Marla y yo dimos un paseo por la orilla de la isla, contemplando la inmensidad del mar, el reflejo de una luna llena enorme y resplandeciente brillaba en su rostro y sus ojos, estaba preciosa.

- Saul ¿nos vamos a dormir? – Preguntó Marla.
- Sí, vámonos que ya es tarde. – Le respondí.

Nos dirigimos al lugar donde estaba la tienda de campaña y buscamos un árbol con buenas ramas y que no estuvieran muy altas para pasar la noche.

- Ese de ahí está bien. – Dijo Marla sonriente.
- ¿Ese? ¿Y cómo pretendes que suba yo ahí? – Le pregunté.

Desde lo más alto de la isla...

Había señalado el árbol más alto de todos los que nos rodeaban, el tronco además era impracticable, era imposible alcanzar la primera rama, estaba altísima. Marla me pidió cerrar los ojos y darme la vuelta, lo hice y cuando me dijo que ya podía mirar me la encontré subida a la primera rama de aquel inmenso árbol sujetando una liana con sus manos.

- Vale, vale, no preguntaré, échame la liana que voy para arriba. – Le dije asombrado

Subí por la liana para llegar hasta ella, durante unos segundos miré al suelo. Qué alto está esto. – Pensé. Cuando miré de nuevo a donde estaba Marla, ya no estaba allí, estaba más arriba aun, riéndose.

- ¡Marla! Deja ya de subir, que esto cansa, además, mira la distancia que hay de aquí al suelo, como nos caigamos nos matamos.
- Venga quejica, sube que después te alegrarás. – Respondió risueña.

Me echó otra liana y subí hasta donde ella estaba, acababa de llegar al punto más alto del árbol y por lo que podía ver, era también el punto más alto de la isla, desde allí se podía contemplar toda la isla, y mirara a donde mirara, todo lo que nos rodeaba era agua, limpia, pura, la luna y las estrellas, había merecido la pena subir.
Apoyé la espalda en el tronco del árbol y estiré las piernas sobre aquella gran rama, cogí a Marla y la recosté en mi regazo, donde se acomodó con una dulce sonrisa, a la vez que la estrechaba entre mis brazos, besé su pelo y cerré los ojos, ella en voz baja comenzó a cantar algo parecido a una nana en una lengua desconocida para mí, era maravillosa, todo era maravilloso...
 
posted by R.M Gómez | Permalink | 1 comments