Te he amado hasta el último momento,
destrozándome en pedazos por dentro,
creyendo en tus palabras,
creyendo en tus gestos.
Pero ahora necesito sanarme:
ya tus mentiras no lo hacen,
ni el pensar que tu rabieta son celos.
Estos son los últimos versos que te entrego.
Y cuéntale a la luna, que lloras de impotencia,
que no sabes qué hacer para que te olvide,
que te duele estar haciéndome daño,
y sigue fingiendo que no te duele perderme.
Y mientras sonrío y lloro,
y le cuento cuánto te he amado,
ella me acunará en sus brazos,
dos ángeles revolotearán alegres alrededor,
y en el último suspiro, estaremos sanados.