Mil espejos me rodean
en los que nada veo ni palpo,
sino la luz de tus ojos
¡Tanto hay de ti en mí!
Ya no puedo ni romper un frágil cristal,
me tienes donde me querías,
atrapado, como un simple mortal.
Lunático, perdido en tu mirada:
regalo sin duda de las hadas,
que florecieron aquella noche
en que a la luna le dio por amar.
Desdichada luna, amante de nadie,
de los senderos y flores,
de la madrugada y los ríos,
y las cañadas, los valles,
el alba y el mar,
los caminantes perdidos,
las huellas en el camino,
los árboles y las farolas,
las Tinieblas y la Oscuridad.
¡El placer de los locos y los malditos!
¡Oh! Majestuosa Oscuridad.
Colmada de placeres innombrables.
¡Asfixiante te muestras para tantos
que jamás los disfrutarán!
Estirpad la luz de los cielos,
pues no hay más paz para tus esclavos
que el silencio y la soledad.
***
Y tú, lejos del mundo vulgar
rompes el vidrio a besos.
Mírame.
A los ojos.
Ahora que me tienes,
jamás amanecerá.