Después de filósofo, fui fontanero,
y ahora ando de tejado en tejado
como un gato callejero.
Me ofrecieron ser bombero
entre Aluche y Alcorcón
y repliqué que para ello no valía,
pues soy de fuego y no de acero.
Y ahora que he visto tanto y tanto,
insto a los que me oigan y lean a luchar.
Por un hogar,
porque no muera ni un niño de hambre,
porque nos devuelvan la cultura que nos han robado.
Compañeros, hermanos, amigos y enemigos,
alzad la voz, reflexionad,
“Si alguien roba comida
y después da la vida, ¿qué hacer?”
A ese lo llamarán ladrón,
pero ¿no es más ladrón quien vive de los impuestos?
No… ese es político.
¿Y quién nos roba la cultura?
¿Quién nos roba y oculta siglos de cultura?
¿Y quién crea las leyes? ¿Y quién las mantiene?
A favor siempre del delincuente y del ricachón.
Yo depende del día, soy un pintas
un facha, un anarquista, un idealista
un poeta, un comunista, un cabrón
un ciudadano descontento al fin y al cabo,
un tío raro, un inconformista, en contra del protocolo
a favor de quien va contra todo y a favor de todo,
vindico cuanto es justo, aunque para la ley dé igual,
y alzo el puño por la tolerancia y la verdad.
Podéis esperarme en una acera cualquiera
siempre presto estoy a oír penas,
y mis ideas son claras,
ni negro, ni blanco; azul y amarillo.
Que bonito sería pintado a nuestra manera,
a la de todos, a la del cielo,
que bonito sería pintar de amor el mundo
pero el dinero es de otro color,
y vale para pagar copas, putas y noches en el infierno.
Por mí que ardan los billetes en la hoguera,
yo estoy mejor en el parque con los más pequeños,
pues ellos son vida, alegría, y felicidad.
* Este cabreo viene de hace más de un mes, que tuve que llamar al 112 porque vi en Plaza de Castilla a unos xxx y drogadictos, (que además venden oro robado en la plaza) fumándole a un bebé recién nacido y zarandeándolo como si fuera un juguete. Llegó la policia, y se dio un paseito por la plazoletita, me salí echando fuego por los ojos y les pregunté que si no veían quiénes eran. Me respondieron que no podían hacer nada si no los cogían mendigando con el bebé, ni maltratándolo. (Me pregunto qué pasaría si al bebé lo tuvieran que llevar al hospital por una causa X) Lo más gracioso, porque me quedé un buen rato hablando con ellos, fue cuando me dijo que si veían a alguien recogiendo chatarra para sacarse 3 duros, le confiscaban la chatarra. Ja, perdón por la risa, pues nada hombre, qué le vamos a hacer. Los susodichos siguen trapicheando en la plaza, y entre ellos un crío de 10 años muy bien enseñado y tal. Podría contar muchas cosas más, porque estoy más de 12 horas trabajando en la calle, pero paso de aburriros más. Gracias por leer.
Vi Veri Veniversum Vivus Vici
Sobre mis silenciosos pasos,
pesan las heridas de un pasado tortuoso,
de palabras vanas y piadosas mentiras,
que hicieron de este pecho,
pedazos y escombros en llamas.
Ya no viene a mí la musa de la poesía,
sólo si pienso en ti, y perdí la valentía,
pues este loco, parece cuerdo y no lo es,
que donde ya no debiera tener cabida la agonía
es ésta el pan y el dulce vino de cada día.
Ya no siento el aura de tu alma,
se desvaneció tras tus fugitivas pisadas,
huíste de tu miedo y mi miedo,
del miedo a tener miedo,
del hambre en un futuro incierto.
Y queda de mí, poco más que nada,
soy lo que soy, sin condimentos ni ropa de moda
sin ataúd en el cementerio,
y sin tener a quien componerle las canciones
que estallan en mis entrañas.
¿Y qué le voy a hacer si tiemblo al verte?
¿Qué remedio le ves a esta tregua sin palabras?
¿Dónde quedó todo cuanto nos dimos?
¿Sigues riéndote del mismo modo del mundo?
¿O ya no vale nada todo lo que juntos aprendimos?
Ya fuese por azar, destino, o coincidencia, vime subido a un autobús con dirección a Laguna, cuando mi intención era coger el cercanías, debía ir a Ciudad Jardín, pero así son las cosas. Divagaba por el camino sobre tantas y tantas cosas, que casi no me fijo en aquel parque. Pero la cuestión es que lo vi. Era una tarde apacible, apacible como pocas, el sol depositaba con suavidad sus hermosos rayos nacarados sobre la ciudad, me fue posible mirarlo sin gafas de sol y sin que los ojos me llorasen. No sabía dónde estaba exactamente, la cuestión es que sin pensarlo dos veces, me bajé en la parada que había justo enfrente del parque. No quería saber dónde estaba, ni qué autobuses pasaban por allí, simplemente quería evadirme del mundo, cerrar los ojos, encenderme un cigarro placidamente sentado en el césped. Quería creer que estaba en otro mundo, en otro sitio, lejos de la sociedad, de las leyes, de la efímera vida que me habían ofrecido sin haberla solicitado. Me fue suficiente cerrar los ojos y dejar volar a mi mente; el ruído de los coches ya era un recuerdo de una vida pasada, o futura, pero en aquel momento era algo desconocido, inaccesible a mis oídos. Había puesto los pies en mi paraíso, acompañado de mi incondicional sombra y mi sombrero de sueños. Las ilusiones me habían vuelto, sin pagar nada a cambio, sujetándonse sobre algo más sólido que una columna de aire, sobre algo menos grácil que un folio, el cual al mínimo soplo de viento, sale volando y cabe la posibilidad de que no vuelva. Podía escuchar el agua de la fuente, la sentía cristalina y pura, como el agua de manantial, y no necesitaba abrir los ojos para saberlo, pues era lo que yo quería imaginar, los pájaros entonaban una dulce melodía, y las migas de pan que caían de los bocadillos de un par de niños, eran comidas con cautela por unas hermosas palomas blancas, y digo con cautela puesto que las palomas sabían que a los niños les gusta perseguirlas. Detrás de unos grandes abetos, había un precioso estanque en el que una familia de orgullosas ocas chapoteaban y se divertían, mientras un anciano, que está sentado todos los días ahí, les echaba trozos de pan duro. Me fue imposible seguir con la descripción del parque, pues se me habían cerrado ya los ojos y me había dormido. Horas más tarde me desperté, pero algo había cambiado. Los niños habían crecido, y charlaban con sus amigos mientras fumaban y bebían cerveza, el anciano seguía dando de comer a las ocas, y yo… estaba al otro lado del estanque. Un círculo de diez o doce ninfas me rodeaba mientras bailaban casi sin pisar la hierba. La melodía que entonaban los pajarillos, se había convertido en una hermosa canción que me incitaba a entrar en el círculo, pero no me dio tiempo a pensar, dos de las ninfas se soltaron y me cogieron a mí. Mientras bailábamos, una de las ninfas, alzó la mano para coger una manzana de un árbol, ésta, lanzó la manzana a la que estaba justo enfrente, y lo mismo fueron haciendo las demás. Ni que decir tengo, que ellas podían despegar los pies del suelo y alcanzar los frutos con facilidad, pero no me hizo falta decir nada, las palabras sobraban en aquel hermoso cortejo de hadas, la que tenía a mi izquierda, cogió dos, una la lanzó a su compañera, y otra me la dio a mí para lanzarla a la ninfa que tenía enfrente. Cuando la miré a los ojos, descubrí que era la más hermosa de todas, su cabello era liso, brillante y oscuro como la antracita, y sus verdes ojos irradiaban una luz semejante a la que desprende el fuego en la más absoluta oscuridad. Tal vez me sobran palabras, o me faltan, o no existen, lo que no quisiera dejar sin saber al lector, es la dulzura con la que me miraban sus labios, que pese a no abrirse en ningún momento, al menos no del todo, permanecían fijos en mis pupilas. Eran finos y carnosos, sin haberme acercado a ellos, sabía que eran de miel, de miel y también de fresa, dulces al fin y al cabo. Su tez era cándida y frágil, como la de esas muñecas de porcelana que no quieres rozar por si pudieran romperse. Un delicado aroma se comenzó a desprender de sus cabellos y sus gráciles cuerpos…
Al despertar, vi a varios hombres sentados en un banco, charlando mientras bebían y fumaban; un anciano daba de comer a unas ocas que chapoteaban en el estanque, y yo… he olvidado cómo llegar a aquel lugar…