02 septiembre 2007,21:16
A day like today

Ya fuese por azar, destino, o coincidencia, vime subido a un autobús con dirección a Laguna, cuando mi intención era coger el cercanías, debía ir a Ciudad Jardín, pero así son las cosas. Divagaba por el camino sobre tantas y tantas cosas, que casi no me fijo en aquel parque. Pero la cuestión es que lo vi. Era una tarde apacible, apacible como pocas, el sol depositaba con suavidad sus hermosos rayos nacarados sobre la ciudad, me fue posible mirarlo sin gafas de sol y sin que los ojos me llorasen. No sabía dónde estaba exactamente, la cuestión es que sin pensarlo dos veces, me bajé en la parada que había justo enfrente del parque. No quería saber dónde estaba, ni qué autobuses pasaban por allí, simplemente quería evadirme del mundo, cerrar los ojos, encenderme un cigarro placidamente sentado en el césped. Quería creer que estaba en otro mundo, en otro sitio, lejos de la sociedad, de las leyes, de la efímera vida que me habían ofrecido sin haberla solicitado. Me fue suficiente cerrar los ojos y dejar volar a mi mente; el ruído de los coches ya era un recuerdo de una vida pasada, o futura, pero en aquel momento era algo desconocido, inaccesible a mis oídos. Había puesto los pies en mi paraíso, acompañado de mi incondicional sombra y mi sombrero de sueños. Las ilusiones me habían vuelto, sin pagar nada a cambio, sujetándonse sobre algo más sólido que una columna de aire, sobre algo menos grácil que un folio, el cual al mínimo soplo de viento, sale volando y cabe la posibilidad de que no vuelva. Podía escuchar el agua de la fuente, la sentía cristalina y pura, como el agua de manantial, y no necesitaba abrir los ojos para saberlo, pues era lo que yo quería imaginar, los pájaros entonaban una dulce melodía, y las migas de pan que caían de los bocadillos de un par de niños, eran comidas con cautela por unas hermosas palomas blancas, y digo con cautela puesto que las palomas sabían que a los niños les gusta perseguirlas. Detrás de unos grandes abetos, había un precioso estanque en el que una familia de orgullosas ocas chapoteaban y se divertían, mientras un anciano, que está sentado todos los días ahí, les echaba trozos de pan duro. Me fue imposible seguir con la descripción del parque, pues se me habían cerrado ya los ojos y me había dormido. Horas más tarde me desperté, pero algo había cambiado. Los niños habían crecido, y charlaban con sus amigos mientras fumaban y bebían cerveza, el anciano seguía dando de comer a las ocas, y yo… estaba al otro lado del estanque. Un círculo de diez o doce ninfas me rodeaba mientras bailaban casi sin pisar la hierba. La melodía que entonaban los pajarillos, se había convertido en una hermosa canción que me incitaba a entrar en el círculo, pero no me dio tiempo a pensar, dos de las ninfas se soltaron y me cogieron a mí. Mientras bailábamos, una de las ninfas, alzó la mano para coger una manzana de un árbol, ésta, lanzó la manzana a la que estaba justo enfrente, y lo mismo fueron haciendo las demás. Ni que decir tengo, que ellas podían despegar los pies del suelo y alcanzar los frutos con facilidad, pero no me hizo falta decir nada, las palabras sobraban en aquel hermoso cortejo de hadas, la que tenía a mi izquierda, cogió dos, una la lanzó a su compañera, y otra me la dio a mí para lanzarla a la ninfa que tenía enfrente. Cuando la miré a los ojos, descubrí que era la más hermosa de todas, su cabello era liso, brillante y oscuro como la antracita, y sus verdes ojos irradiaban una luz semejante a la que desprende el fuego en la más absoluta oscuridad. Tal vez me sobran palabras, o me faltan, o no existen, lo que no quisiera dejar sin saber al lector, es la dulzura con la que me miraban sus labios, que pese a no abrirse en ningún momento, al menos no del todo, permanecían fijos en mis pupilas. Eran finos y carnosos, sin haberme acercado a ellos, sabía que eran de miel, de miel y también de fresa, dulces al fin y al cabo. Su tez era cándida y frágil, como la de esas muñecas de porcelana que no quieres rozar por si pudieran romperse. Un delicado aroma se comenzó a desprender de sus cabellos y sus gráciles cuerpos…

Al despertar, vi a varios hombres sentados en un banco, charlando mientras bebían y fumaban; un anciano daba de comer a unas ocas que chapoteaban en el estanque, y yo… he olvidado cómo llegar a aquel lugar…

 
posted by R.M Gómez | Permalink |


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