Permanecíamos en la orilla esperando que aquella gran ola restallara contra la isla, arrasando todo lo que encontrara a su paso, cuando Marla como si aquella ola no existiera comenzó a adentrarse en el mar, haciendo caso omiso de las llamadas de los demás. Aquella gran ola cada vez estaba más cerca de la orilla, y más cerca aún de Marla que sin miedo avanzaba hacia ella. Diez metros habría entre la ola y Marla cuando ella extendió su brazo derecho apuntando con la palma de su mano a la gran ola.
- ¡Detente! ¡Detente! ¡No pasarás de aquí! – Gritaba.
Yo no quería mirar, se había vuelto loca, ¿cómo iba a detener el avance de una ola de semejante tamaño?
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