Sobre el mar,

sobre el mar que argenta las olas,

y las remata con bordes blancos

de espuma y aureos brillos del sol.

Sobre el mar,

caminando, nadando,

montado a lomos de los delfines

que colman de ilusión los ojos de los navegantes.

Sobre el mar, que tan lejos queda de mi ciudad,

sobre el mar,

montado en un caballo de blanco cartón,

te iré pronto a buscar...

Diana, Diana, haz de tu reino un Universo,

que tu cándida luz llegue a mi Imperio de noches en vela,

que tu escueta elocuencia abra las puertas a los desamparados,

que tu inocencia abrase los corazones que para siempre se cerraron,

que tu belleza ciegue los ojos de aquellos revestidos de herrumbre,

que tu imparcialidad haga mella en tu amada tierra.

Diana, esclava de tus esclavos,

fuente de inspiración, madre de tantos lunáticos y suicidas,

llévame esta noche más cerca de ti,

tú, que todo lo sabes, tú, que todo lo sientes,

tú, que posees la gracia y la virtud de dar alas y cortar el viento,

ámame esta noche como si en ello se te fuera el aire.

Sobre el mar,

sobre el mar, ámame hasta perder el sentido,

hasta que las olas se paren,

hasta que vuelvan a embestir a la soledad del crepúsculo,

ámame porque te iré a buscar,

ámame porque sólo tú me eres incondicional,

ámame porque el mundo está en guerra y busco paz.

Que no haya amor más puro en la tierra que el nuestro,

que no haya más fuego en el horizonte que el tuyo y el mío,

que deslumbre a ondinas, dríades y sílfides,

al mismo Apolo y a Poseidón,

y que de nuestra unión, renazca la Primavera que murió.