Con los pitos y las flautas, piso mi santa casa a las doce de la noche, y ahora tengo que ponerme a pensar… con lo mal que se me da a mí eso, pero bueno, una promesa es una promesa y mi palabra es la ley.

Para empezar, reniego de ese angelito que te sale justo encima del hombro en el que no está el diablillo, sí, sí, me has oído bien, a ese no lo quiero volver a ver. Que somos los mejores al tute, eso no nos lo quita nadie.

Reincidentes ¿Y a mí que coño me importa? También tendré yo la culpa de que cada vez que te vea aparezca en mi hombro izquiero un trabubu con cuernos y rabo que dice… (censurado) o (sobran las palabras)

Total, que ha sido un finde de los que a uno le gustaría que se hicieran eternos, aunque hubiera estado mejor que te hubieras quedado con nosotros cuando nos pusimos a jugar a los piratas (piénsese bien) hubiera perdido igual. Como tú bien dices, hay tontos con suerte, y otros tenemos la suerte de ser tontos o algo así.

De todo me quedo con tus besos, me descalzo del escaso ingenio que estoy derrochando en el post, que espero tenga remedio. Tal vez si me pongo whisky y medio y tú me vuelves a besar.

Me quedo con los buenos recuerdos, los buenos momentos, las partidas ganadas, las perdidas, el sabor del pastel de queso, en tus labios; con cada mirada, cada silencio, el chapuzón en la piscina, los sueños, la imagen del campo de batalla donde mandan las caricias, me quedo con el aroma de tus ojos, con el sonido del aire rozando tu piel, con el paseo por las nubes, con el caballo de cartón, con la ternura con que me miras cuando no te puedo ver, cuando aporreo la guitarra, cuando duermo sin querer; me quedo con muchas canciones, con cada pensamiento, con cada foto, con cada soplo de viento, con cada banco, con tu voz que suena cuando tu boca no se abre y nadie te puede oír. Y es que colecciono billetes a ninguna parte.