31 mayo 2007,20:06
La mandrágora de terciopelo
Eran tiempo de decadencia para el hombre de a pie. Cualquiera que se apreciara un poco, era consciente de ello y se negaba a encender la televisión. Eso fue lo que me ocurrió a mí. Me hice amigo de la soledad, de los cuentos, de los libros de caballería y de hadas, y si tenía que tomar una copa para dormir, me la tomaba en mi habitación. Pero ocurrió que un día, estando ya dormido, alguien llamó a la puerta. Puesto que era tarde y ultimamente se habían perpetrado varios robos en la zona, observé por la mirilla antes de abrir la puerta. No había nadie al otro lado… Al girarme para regresar a mi habitación escuché unos gemidos entremezclados con unos gritos como de bebé. Volví de nuevo a la puerta, y esta vez sin mirar, la abrí. Sorpresa, susto, emoción y agitación, al final lágrimas cuando creí a aquella criatura decir papá. Aún no había tenido tiempo para reaccionar cuando ya la tenía abrazada a mi pierna.
Era suave y dulce, al contrario de cómo las pintaban en los libros, aunque de aspecto era un vegetal. De repente se soltó de mi pierna y fue corriendo a la mesa de la televisión, donde había una regadera. Señalándola comenzó a balbucear. ¿Quieres agua? – Le pregunté. Y ella, con su cabecita asintió. Me acerqué a la cocina y le llené un vaso con agua, pero entonces ladeo la cabeza, quería que le echase el agua por encima. Para no manchar el suelo cogí en mis brazos a la criatura y la llevé a la bañera. Toma agüita chiquitina. – Le dije mientras le echaba agua por encima. Cuando le eché toda el agua, se sacudió dejando el baño perdido y comenzó a reírse. Al tocarla ya estaba seca, así que decidí cogerla y llevarla a dormir conmigo.
A pesar de que en los libros pintaban a esta criatura como una criatura horrible que siempre se escondía entre la maleza para que nadie las viera, a mí me hacía gracia, no me parecía fea ni desagradable, sino todo lo contrario, además de ser bastante cariñosa.
Al llegar a la habitación, la criatura se bajó de mis brazos y se metió debajo de la cama. ¿Vas a dormir ahí? – Le pregunté. Ella asintió con la cabeza y nos fuimos a dormir.

A la mañana siguiente me desperté y lo primero que hice fue mirar debajo de la cama. La criatura, que a la noche no medía más de un palmo, ahora debía medir casi como un bebé. Era alucinante, incluso parecía humana. La saqué de debajo de la cama para verla más de cerca y me sacó la lengua riéndose. Agua. – Me dijo. Fui a la cocina y se vino detrás mía caminando. Glu glu glu. – Decía por el camino. Llené un vaso de agua y fui hasta la bañera. ¿Y si en lugar de echarle un vaso le echo más agua con la ducha? – Me pregunté. Sabía que no podía echarle mucha agua, porque pese a parecer humana, era un vegetal y se podía ahogar, pero la curiosidad me pudo. Por la carita que puso no me pareció que le sentara muy mal, se reía como a la noche anterior y se sacudió dejándolo todo perdido otra vez. Cuando se secó se fue corriendo a la ventana. Sol, sol. – Gritaba entusiasmada. Abrí la persiana y se tumbó en el suelo en cruz. No te muevas de aquí que voy a desayunar. – Le dije.
Tomé un café con leche y un donuts y volví corriendo a la habitación. ¿Qué demonios ha pasado? – Grité. La mandrágora había tomado forma totalmente humana, de mujer, ya me llegaba al hombro.

No te asustes, me he transformado en una mujer completamente humana, como habrían podido hacer muchas de mis compañeras si el hombre no hubiera sido tan malévolo con nosotras. Siempre nos han asociado con brujería, con enfermedades y nos han tenido por una planta perjudicial para el ganado. Pero tenemos alma y corazón. Tú, por haberme cuidado tendrás eternamente mi corazón. Nunca te abandonaré, y si algún día tú me abandonas a mí, simplemente volveré a convertirme en lo que era ayer. Una mandrágora.

No tengas miedo, ahora soy humana, igual que tú. No debes tener prejuicios, tú eres un hombre y yo una mujer, nadie notará nada y juntos seremos felices. ¿Qué te parece? – Me preguntó tras terminar de explicarme la historia.
Y cuando salí de mi estado de alucinación, vi que aquello era real, una mujer preciosa estaba enfrente mía, esperando una respuesta. Una mujer que hacía unos momentos era una mandrágora. No desconfié de ella, era hermosa, cariñosa, dulce, y al fin y al cabo era cierto que yo la había cuidado, no creo que quisiera hacerme mal. Acepté estar con ella y juntos somos felices...

* Dedicado a mi pequeña. Porque los prejuicios, los miedos y negar los sueños, son barreras que no deben ponerse en mitad de un camino de rosas y azucenas.

 
posted by R.M Gómez | Permalink |


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