Culpa mía ha sido traerte a mi habitación,
pero no podemos hacer el amor:
mis labios tienen otro sabor,
y otro color el aroma de mi piel.
Mis besos serán azules y no blancos,
mis plantas florecerán en Invierno, no en Primavera,
mis abrazos olerán a otra mujer, infinita.
Esta es mi condena y mi atadura,
mas tú no cargarás con ella.
Esta es su libertad, y esta, mi tortura:
con los pies sujetos a la vida,
mis dedos apuntan a la luna.
¿No te das cuenta niña?
Escribo con éste, su regalo,
y cada verso tiene su nombre.
Grabada está su huella en mi corazón,
y el roce de mis dedos,
sería para ti un áspero arañazo
en el centro de tu depresión.
Te haría más daño engañarte a ti mismo que engañarla a ella