de peldaños infinitos, imposibles, insufribles;

dos maneras hay de alcanzar el cielo:

la locura es la primera,

la segunda, amar hasta la muerte.

En dos direcciones circula la vida,

morir y dejar de vivir,

queda el alma libre, y cuanto hayas construido perdura

cuanto hayas destruído, perdura

y cuanto hayas amado, pervive.

Se desvanece aquello que jamás hiciste,

las limosnas que nunca diste,

la verdad que no quisiste contar,

el monte al que no subiste,

y las flores que no quisiste regar.

Eres mi cruz, aunque invisible,

el alambre de espino que me maniata y me amordaza

y que puedo sentir despierto y dormido;

mi angustia eres tú y mi única verdad,

luz y oscuridad.

Quise hacerte desaparecer,

quisiste huír lejos del calor de mi alma.

Dime qué haces aquí otra vez,

Dime qué hago yo aquí otra vez,

¿Buscas matarme? Ya me hiciste tiritar.

Ya no te quedan razones que te eximan de culpa,

al verte me sentí doblemente solo,

me palpitaron las manos y me tembló el corazón.

Y ahora presiento que lo voy a perder todo de nuevo,

pero el silencio, más de lo que debía, habló.

Te he odiado, y te pido perdón

te he extrañado, y te pido perdón

te he recordado, y te pido perdón

y aunque me hiciste llorar,

yo te quiero amar.